viernes, 27 de abril de 2007

La siesta

Cualquier observador casual podría pensar que se trata de una simple hora de vagancia u ocio costumbrista pero el error es tan grande como pensar que el mate es una simple infusión de yerba y agua.

La siesta es el momento en que todo entrerriano se encuentra consigo mismo, es un tiempo de regresión a la infancia, al momento en que la solapa (que viene bajando la loma) espanta los gurises y amedrenta las gallinas. El origen de la siesta debe buscarse mas bien en razones antropológicas que en meras alucinaciones nostálgicas, lugar común en que muchos citadinos lectores podrían llegar a caer.
Uno no duerme la siesta simplemente porque tenga sueño. Se duerme porque se piensa, porque se corta el día por la mitad y se arranca de nuevo.
Nuestro andar pausado, nuestro buen trato, nuestro mate de amigos, tiene como preámbulo una buena siesta y como corolario el tan mentado “¿Entrerriano? – Ah, buena gente”.
No se puede andar por la vida a las corridas sin una buena siesta. El ser humano empecinado en romper los procesos naturales no hace distinción ante este pedacito de patrimonio entrerriano.

Dormir la siesta es una excusa para echarse un rato al lado del gurí mas chico, para levantarse con más ganas que antes y tomarse los cuatro amargos cortitos antes de salir disparado. El pescador que se levanta a las cuatro, el tambero de las cinco y el vaqueano de las seis duermen la siesta, desayunan a las nueve un tarro de leche caliente y vuelven al laburo y me vienen con que la siesta es cosa de haraganes.
Una siesta de cuarenta y cinco minutos no demora a nadie ni prohíbe seguir viviendo… me voy a dormir una y vuelvo.

viernes, 20 de abril de 2007

Un pequeño acto de justicia

Hubo una vez alguien que creyó hacer un pequeño acto de justicia, un ápice de venganza más de cien años después. Fui casual testigo de un pequeño acto de dignidad ante los embates que siempre hemos recibido desde el otro lado del río.
La historia aconteció en la sinuosa capital entrerriana, entre lomadas y atardeceres a la vera del río, comenzó a pergeñarse la venganza.

Todo pintaba para charla normal, un grupo de estudiantes santafesinas querían alquilar un departamento en Paraná, obviando aclarar su lugar de procedencia. El locador mostró el inmueble, aclaró las condiciones y el precio del alquiler. Hasta el momento, todo estaba encaminado y se descontaba que el contrato se firmaría con el acuerdo de ambas partes.
Pero vino una pregunta final, antes de cerrar cualquier trato, el dueño del inmueble (entrerriano de pura cepa él) quiso conocer el lugar de nacimiento de las inquilinas. Allí vino la respuesta indeseada, la palabra que nunca quiso escuchar pero que el destino le llevó hasta sus oídos. “Somos de Santa Fe”, fue la respuesta; así de simple, con tanta liviandad que causaba estupor, con tanta desparpajo que dejó asombrado a nuestro coterráneo.
Pero ante el embate, ante el desafío que le planteaba semejante insolencia, este entrerriano respondió con firmeza: “no les alquilo nada, ustedes nos mataron a Urquiza”.
El hecho, luego, tomó alguna trascendencia. Se acusó a este hombre de discriminación, se lo denominó fascista y retrógrado, pero él continuó hasta el final de sus días convencido de haber encabezado un pequeño acto de justicia histórica.

martes, 10 de abril de 2007

El mate - Breve antología ilustrada

Nooooo!!!!! Se escucho desde el portón el grito desesperado dirigido a la cocina de la empresa, situada con poca imaginación y escaso conocimiento en decoración de interiores al lado de un pallets de huevo y arrinconada contra una esquina. Huguito (porteño) acababa de dejar en la alacena, improvisada con un cajón de queso atornillado en la pared, la azucarera. Ya era tarde…demasiado tarde ya había cebado por ultima vez mí mate amargo, que de ahora en adelante pasaría a ser mate dulce, o lo que es peor, mate porteño.

Que paso?- Preguntó extrañado el muy bestia, que podrá saber de muchas cosas, pero no podía no saber que el mate amargo si se usaba para dulce, perdía todo el gusto dado por la curada exhaustiva de una semana de dedicación.
Como le vas a echar azúcar “agombau” no ves que es amargo, si tenés el tuyo de palo santo para el dulce!!!- le dije con una mezcla de sentimientos cruzados que oscilaban entre unas ganas de pegarle y unas ganas de matarlo.
Había perdido mi primer mate en manos de un porteño, asesino serial de porongos y gran lavador de mates, con un promedio de tres cebadas con yerba todavía seca. A Huguito le decían el mago, porque ni bien le daban el mate para que cebe, enseguida lo devolvía convertido en sopa de palos.
Así es señores, normalmente el mate amargo es del famoso y nunca bien ponderado “porongo”, prominente fruto de una especie de enredadera algo rastrera, llamada científicamente “La poronga”, dado a conocer a la gran civilización por las tribus nativas dueñas de estas tierras, que en principio lo colaban con la lengua y los dientes ante la falta de bombilla, que luego fue implementada (cuando los indios les pasaron el vicio) por los cholulos estos de los españoles, que pobrecitos, se quemaban enteros, los muy finos y faltos de una buena curtida de vida montera.
A modo de ilustración, se dice que los jesuitas a cargo de la “educación” de los nativos, al ver que tenían esa costumbre tan atroz del mate, y relacionándolo enseguidita nomás con alucinógenos, lo quisieron suplantar introduciendo en el paraíso, escaso en vicios banales, el cigarrillo.
Habrán podido introducirnos el cigarrillo (por la boca), pero no lograron eliminar el mate; para su decepción, sigue acá vivito y coleando, cansado de tanto auge, y lo toman hasta los jesuitas.

Para la próxima entrega: “Cronología de la curada del mate”, pero antes tengo que tener una charla con mi viejo que difiere en algunos puntos.


Este post fue escrito por el Silvio, que me pidio se lo cuelgue

martes, 3 de abril de 2007

Caramelos de miel

Los caramelos de Rau, son algo más que un simple caramelo, son la expresión artística y culinaria de toda una comunidad. Nosotros los conocemos por caramelos de miel y los de más allá los conocen por caramelos de Rau, por el apellido del gringo que los hace. Con su forma de petardo son poco atractivos a la vista, pero muy apetecibles al paladar.

Los caramelos de miel son hechos, si no me falla la receta, básicamente con miel y glucosa, son duros y mas que exquisitos, para degustar con la punta de la lengua y rascarle de a poquito migajas de miel cristalizada.

Hasta donde llegan mis andares, que no son muchos, estos caramelos se consiguen comercialmente en distintos lugares sobre la costa del Paraná, en Diamante, Villa Valle María, Paraná, Cerrito, Crespo y todo el surtido de aldeas alemanas de la zona, siempre en Entre Ríos.
Con ustedes ellos…