martes, 1 de enero de 2008

Cumbia religiosa


En el relato oral, muchas veces la frontera entre la verdad y la fábula se hace difusa. Y los entrerrianos, en materia de tradición oral, tenemos una gran experiencia. Porque convengamos que los habitantes de estos pagos somos decidores, amantes de las historias, el uso de la palabra y el arte de la oratoria.
Esto que les voy a contar proviene de la tradición oral familiar, más precisamente de la boca de mi abuela.
Resulta que corría algún año de mediados de la década del 50. María Luisa era —al igual que hoy— una pequeña aldea apostada entre los verdes de las cuchillas entrerrianas. Como es de prever, en un pueblo tan chico, no sobraban las personas con dotes para el canto. Por ello, en la misa de los domingos a la mañana se podía escuchar a las mismas personas que cantaban en la fiesta del sábado a la noche.
Hasta allí, nada raro. El problema se presentó porque las fiestas terminaban muy tarde y las misas comenzaban bien temprano, y muchos de los integrantes del coro más de una vez pasaban de largo.
A partir de allí, comenzó a ser normal que las canciones religiosas comenzaran a ser entonadas con ritmo de cuarteto, cumbia y paso doble. Lo loable es que nadie osó presentar una queja, todos los feligreses entendieron que la falta de cantantes obligaba a esta situación y, es más, la mayoria tomó con simpatía la idea de darle un toque de alegría y modernizar los ritmos religiosos.
Como se dice habitualmente, si miento, lo hago por boca de otro. Esta historia la escuché miles de veces y hoy la pongo a disposición de ustedes. Tal vez un lector de María Luisa puede ratificar o desmentir estos hechos.
Por el momento, digamos que es muy verosímil que esto haya sucedido en nuestra patria chica.

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