martes, 15 de diciembre de 2009

sábado, 21 de noviembre de 2009

José Font, alias Facón Grande

Entrerriano y como buen entrerriano hombre de palabra. Gaucho, guapo, honesto, un poco rústico, ducho en cosas de campo, el mejor domador de todo el sur. Este era José Font, el hombre de los caballos, el de la daga cruzada en la cintura, el que todos llamaban Facón Grande.
En 1904 aproximadamente se fue para el sur a la zona de Puerto Deseado y la historia lo recordará por los lamentables hechos de Diciembre del ´20.
Lo conocí por "La patagonia rebelde" de Osvaldo Bayer, que me regaló una amiga y no pude evitar la imponente atracción que genera este gaucho habilidoso y honrado.
Horas antes de su muerte le tendió la mano, al cobarde comandante del Ejercito Argentino Héctor Benigno Varela, quien no solo no respondió a este simple gesto de hombría sino que solo indicó a sus soldaduchos que desarmen al hombre y lo pongan aparte.
Minutos mas tarde el gauchazo Facón, invitaba a Varela y a su séquito a pelear a cuchillo limpio, uno a uno para ver cuan valientes eran, a estos maricotas que lo matarían sin escrúpulos atado a un brete y con la bombacha casi por el piso. Días después se podría ver su cadaver con un tarro de pickles en una de las manos como burla de sus asesinos y la otra cortada a la altura de la muñeca, seguramente para conservarla en formol.
Facón, intimaba a los caballos a partirse al medio antes de bajarlo en plena doma.
Generoso hasta con quienes lo entregaron. Bajito. Apenas si sabía leer y escribir pero con la mano abierta siempre para quienes recurrían a él.
Este gaucho famoso en el sur, resume en algunas pocas palabras la idiosincracia del entrerriano, generalmente vinculado al campo, de corazón grande, de generosidad hasta la inocencia.
Homenajeamos aquí a este grande de la historia.

(En la foto, Facón Grande interpretado por Federico Luppi en "La Patagonia rebelde" de 1974)

sábado, 7 de noviembre de 2009

Archicofradía literaria


Con un amigo, casi hermano, hemos cultivado parsimoniosamente, en el transcurso del último par de años la agradable tarea de participar de un Encuentro Literario. A esta liturgia casi mística solo participan un manojo de entendidos en letras y buenas costumbres en un pueblo donde las primeras escasean y las segundas raras veces son sacadas a relucir.

Los jueves por la noche, se junta el elitista grupo del que les hablo e intercambia recomendaciones de lectura, poemas indescifrables y textos inentendibles, abrumados de extravagancia. Allí, a ese lugar de buenas expresiones y malos pensamientos habituamos concurrir con mi compadre. Concurrimos a ese lugar a florearnos con historias inverosímiles de nuestra tierra lejana, manifestando a todos los vientos que no se trata de otra cosa mas que de literatura contada, de un poco de claridad en el oscuro atardecer de la retórica. Concurrimos con la excusa de la buena lectura, con el plumaje abierto en defensa del arte, con la brocha gorda al amparo del buen gusto. Y ahí vamos noche tras noche, sin su conocimiento ni consentimiento, con fines definitivamente mas moderados que el del resto de las luciérnagas, fines que no superan, en el mejor de los casos, la expectativa de conocer una hermosa dama, beber gratis algún brebaje importado de alguna provincia vecina o simplemente apoderarnos de unos minutos de sabiduría del grupo de leguleyos de la prosa y el encaje literario.

Ha sido en las últimas veladas, sin embargo, que se ha detectado o al menos se ha percibido la verdadera intención de nuestra participación tan terrenal. Difícilmente podamos, mi cumpa y yo, disimular nuestra atracción por la literatura cuando entre los concurrentes a dichos encuentros se halla uno con semejantes baluartes de la lectura. Por otro lado poco o nada hemos aportado, y todo esto lo digo desde la distancia y haciendo un significativo ejercicio de autocrítica, para tornar creíbles nuestros comportamientos, cuando con la boca llena de maní hacemos referencia al Péndulo de Fucolt con un chizito prendido en un escarba dientes, meciéndolo entre la concurrencia, o criticamos concienzudamente que Ensayo para la ceguera no fue precisamente el mejor disco de los Twist.

Ha sido en las últimas veladas, también, en que la predisposición del grupo se ha visto menguada y es poco probable que podamos mantener este ropaje de intelectualoides por mucho tiempo mas; ya el grupo, ya la elite de que les hablo aclama por un minuto de sabia lectura de nuestra parte, por un momento de ilustrado comportamiento, por un cacho de cultura por parte de quien escribe y su estimado compañero, pero el lúgubre proceder poco ha hecho para argumentar nuestra dedicación.

No obstante hemos cosechado, en el trancurso del último año y casi como por fenómeno de decantación, con este gran amigo y coterráneo una saludable costumbre que obliga de tanto en tanto pedir el pase a cuarto intermedio de los periódicos encuentros. Cuarto intermedio en el que gustosamente nos reunimos con este paisano, a disfrutar de un plato de sopa caliente, una conversación de mujeres y deleitarse en paz, ahora si de una buena lectura.

martes, 14 de abril de 2009

Te lo cuento, pero que no salga de la Agricola

Dificilmente pueda en Crespo una noticia sobrevivir al embotellamiento de carritos de alguna de las colas del supermercado de la Agricola.

La Agricola Regional Cooperativa, de Crespo, Entre Ríos, no solo posee un supermercado, cuenta entre sus posesiones con la fama de ser un lugar de encuentro y casí diría de esparcimiento.

Los nuevos Shoppings mall han creído inventar el retail market, el enjoy shopping, el "me paso todo el domingo acá para no sufrir el calor", pero que lejos estaban estos empresarios sajones, si habrían puesto siquiera un pie sobre el supermercado de La Agricola.

Tal es el apego de esta colonia alemana por dicho lugar que no dudaron en llamarlo la Unser Cooperativa, que traducido al criollo significa Nuestra Cooperativa.
Como les decía, dificilmente algun chisme de la ciudad se escape de tan preciado local, al que concurren con religiosidad la clientela autóctona y los poblados vecinos sábado tras sábado.
Es conocida entre sus gondolas la frase que dicta "Te lo cuento, pero que no salga de la Agricola".
Y fue mas o menos así que yo me vine a enterar esta semana, viviendo a doscientos kilometros de la hermosa localidad de los huevos mas grandes, que el Chori se casa.
Si señor, como lo lee.

La Rosita, mamá del sujeto en cuestión, aparentemente se enteró por la hermana, la que intrigada, cuestionó si la novia estaba embarazada y dejó escurrir entre los postizos que el Chori se casaba... y prácticamente no había duda!!, si lo escuchó en la Carnicería de Rul.

Yo me enteré por fuentes mas fidedignas; un amigo que vive en Rafaela y que tiene un amigo en la localidad pollifera fue notificado en la escuela en que trabaja, ya que al parecer y según los entendidos de la preceptora de esta escuela del pueblo el cura ya habría fijado fecha para la feliz pareja.

Ahora, ojo con el puterío, porque de esto no hay nada seguro!!

Yo por las dudas el fin de semana que viene, voy a ver si me entero en la Agricola, que ahí dificilmente pueda mantenerse un secreto.

lunes, 30 de marzo de 2009

un amigo de Chajarí

Hola amigos de Entrerrianías! éste es mi primer aporte...soy de Chajarí pero estoy viviendo en Sunchales al igual que el personaje de Diego Gettig...espero les guste.

EL CHAJARIENSE: UN IDIOMA APARTE

Como ya se ha dicho muchas veces, tal vez previendo el aluvión turístico de los últimos tiempos, es menester tratar bien al visitante, y hacerlo sentir cómodo, como en su casa. O mejor aún que en su casa.

Para eso se hará necesario estar atento y tomar precauciones a la hora de interactuar con ellos.

Tratarlos bien, claro, no significa que uno deba andar acariciándolos sin motivo, pero sí, entre las precauciones mencionadas, sería bueno cuidarse en el idioma, de manera que se les haga mínimamente comprensible todo intento de comunicación verbal.

Será conveniente, entonces, evitar ciertos giros idiomáticos de uso habitual que pueden dar lugar a incomprensiones o situaciones confusas.

Por ejemplo:

- Si ve que hay una persona que está fastidiando o molestando a otra, no diga que “lo está judiando”, porque nadie entenderá si lo está transformando en nativo de Judea, si están haciendo una lucha de Judo o comiendo habas.

- Cuando se refiera a alguien que es muy pícaro, trate de evitar definirlo como “la borra de la cocoa” (*), ya que la metáfora se hará completamente incomprensible para el visitante. Una variante apocopada es “la borra”, pero tampoco da idea exacta de qué es lo que se quiere decir, ya que la borra es un sedimento, lo sobrante.

- Parecido al anterior pero en plural resulta ser: “son coloráu”; esta frase se dice moviendo la cabeza de izquierda a derecha y carece de implicancias políticas.

- Si desea manifestar perplejidad o indignación ante algún suceso, trate de no proferir “ah güeno mi amigo”, ni diga “cansáu de vagos” cuando no está de acuerdo.

- Si dice de un niño inquieto que es “cabezudo”, lo único que provocará es confusiones ante la dimensión craneal del sujeto en cuestión; se da por sentado que todos los niños son cabezones. El verbo cabezudear tampoco es comprensible.

- Tal vez para usted sea fácil de entender que alguien contento u orgulloso esté “chusco” por algún logro personal, pero el diccionario dice otra cosa.

- La expresión “tu cuero”, aplicada como sinónimo de “el que te dije” no resulta comprensible al foráneo.

- Entre “tu cuero” y “la borra” existe un término intermedio, que es: “molde”; si usted intenta expresar un ambiguo reconocimiento diciendo “pero qué molde...”, no faltará quien busque la horma o el recipiente.

- Lo mismo sucederá con “qué aparato”, que fonéticamente suena “quiaparáto”: el extranjero no entiende que el artefacto al que usted se refiere es una persona.

- Si tiene usted más de 30 años y, para expresar beneplácito, dice “eso pocato”, incluyendo sus variantes “so pocatelli” o “so pocardelli” ya no sólo no será comprendido por los turistas sino que ni siquiera por los más jóvenes de su propia ciudad. Lo mismo si dice: “qué papa la papa de Bertoni” o “apuringui” ante algún atrevimiento.

- Menos aún los utilice a todos juntos adosándole un sapukay. Imagine la escena, un tipo diciendo: éeso pocato què papa la papa de bertoni apuringui, para, acto seguido, proferir un grito: Visto desde afuera es la clara imagen de un loco.

- Si usted cierra oraciones diciendo “te via decir” el que escucha no entenderá que usted quiere decir “supongamos”, y quedará esperando qué es lo que le va a decir. “Juimo pallá; pal láu de lo Confalonieri te viá decir, y le pegamos dos cuadra pal otro láu” será lo mismo que japonés para el interlocutor.

- Si quiere expresar que alguien retó a otro, es preferible decir “lo regañó” que, como habitualmente se expresa: “lo cagó a pedos”.

- Si ve a alguien alcoholizado, no diga que está “catorce”, “loro” o “medio guau guau” : ...qué es eso, la mitad de un perro..?.

- Hay que reconocer que la expresión “a pelarse” con su extensión: “al bajo” sí es bastante elocuente en la invitación, pero aún siendo comprensible, no es de buen gusto.

Consejo para los más jóvenes: Cuidado, que el intento apresurado de presumir de adaptado te puede llevar a decir oraciones tan extrañas como: “se re zarparon los gurises” o: “estuvimos toda la noche cabezudeando con los pibes; estaban todos de la cabeza, qué molde”, y decir “Pará, gurishe, dejesén de cabezudiá, loco....” con entonación de porteño mueve más a la risa que a la distinción.


En continuación con nuestra campaña esclarecedora acerca de los giros idiomáticos locales, pasamos a la segunda entrega, que incluye las recomendaciones pertinentes en cuanto a la conveniencia de usarlos o no, y en qué casos.

Se recomienda mantener a los niños alejados de la página, porque en ocasiones el lenguaje puede resultar un poco crudo, pero ese es nuestro compromiso: la verdad a cualquier precio, la justicia por sobre el orden, el contenido por sobre la forma.


- El verbo guasear, está claro, proviene del sustantivo guaso o huaso. Si alguien exagera, se dirá que está “guaseando”, aunque lo correcto es decir: “guasiándo”.Llegado a cierto punto de lo soportable, se dirá: “Yastá guasiándo”, lo cual invalidará al conversador, que comenzará a:

- “Heder”: La palabra está contemplada dentro del idioma castellano, pero no hace falta decir “le jedió” para demostrar que alguien se equivocó o tuvo una mala actitud, y menos especificar las zonas corporales desde donde provendrían los hedores, por ejemplo aclarando “La guasca”, que, aunque deriva de “huasca”, lejos está de intentar definir una correa o chicote, sino a ciertas partes que carecen de nombre convincente pero sí elocuente. No está bien visto, por lo mismo, afirmar que a alguien “le jedió la cherenga ” (palabra de origen incierto pero cuyo sentido se intuye) si se quiere señalar que alguien cometió un error o tuvo mala voluntad, o nombrar a alguien insoportable como “hediondo” (jediondo).

La palabra guasca puede ser aplicada en innumerables circunstancias; se puede, por ejemplo, invitar a alguien a ir a lavársela, para cerrar una discusión, o combinarla adecuadamente con la palabra jedió.

Decir “qué guasca” no manifiesta admiración, como podría suponerse, sino que algo salió mal, y alguien o algo muy malo será “la neta guasca”.

- No hay que confundir la palabra “chijete”, que se refiere a alguien inquieto y/o entrometido con “chiflete”, que es un vientito frío que habitualmente entra por debajo de la puerta.

- Ante una sorpresa se dirá: “Pá carajo”: esta frase se dice como al descuido y a veces suena: “Pa cará”.

- ¡Pero qué arriador! Es la frase conveniente para sintetizar una opinión de disconformidad para con alguien. significa: si lo agarro lo azoto, o algo por el estilo.

- Tanto Ostia como Óstriga se consideran adecuadas para una exclamación de cualquier naturaleza.

- En nuestra ciudad tenemos, entre otras particularidades, que es la única en la que existe el verbo “atrevidear”, y puede conjugárselo en todas sus formas. Ej: “Seño, el niño Pezzelatto anda atrevideando”. Lo mismo con las palabras pelotudear o pajereando.

- Una persona edípica o muy apegada a su madre será mencionada como: “mamengo”. No existe su contracara: la palabra “papenga”.

- Como expresión de entusiasmo se dirá “¡Dale que es tarde nomá!”, pero ante un suceso conflictivo la expresión correcta será “alambramos”. En este último caso también se puede especificar con qué parte del cuerpo se alambró.

- Para definir el estado de ocio o de inutilidad, todavía hay quienes usan formas complejas como “Divino botón”, que luego pasó a ser “Santo pedo”. Vaya uno a saber cuál es el origen de tan extrañas locuciones; mejor no saber, quizás...

- Ante peligro de engaño, se dirá “jodeme que soy del campo”, con gesto de incredulidad.

- "Cazar" quiere decir agarrar. Por ej: Lo cazó del brazo.

- En lugar de decir "así" se dirá "de este corte". Por ej: Lo cazó y le hizo de este corte.

- Tanto el verbo "fricar" como tupir son correctos, pero hay una manera de decirlos, indefinibles, que delatan a un nativo. Además, “tupir” se puede usar para cualquier cosa, si se lo dice con entusiasmo.

- La palabra "peyón" es aplicable a los gurises (niños), generalmente por parte de un tío, quien saluda diciendo, por ejemplo: "Que hacé gurí peyón".

- Advertencia necesaria: No usar las palabras “boluchi” o “pavote” porque hace rato que perdieron vigencia, por lo inocentes. No sean vagonetas.

- No, si no es fija…

miércoles, 25 de marzo de 2009

Entre Ríos y Chamamé (Entre Amigos y Chamamé)

Bailar chamamé en la escuela Nº 57 de Crucesita Septima no es cosa sencilla.

Somete uno, al cuerpo, a movimientos que ponen a prueba las mas estrictas leyes de la física universal.

La ley de la gravedad, incuestionable en otros pagos, ve tambalear sus simientos frente a tal dominio del paso acelerado y meneabundo del hombre de campo. Meneabundo, por ese agitar de alpargatas y sacudir de caderas, que no por mucho movimiento se parece en algo a las danzas africanas o centroamericanas. Muy por el contrario el chamamé, en Entre Ríos, al menos, se baila casí como trazando parábolas invertidas y tangentes al polvaredal, pero de rústicos movimientos a cuerpo completo.

Es decir que el gaucho y la china de nuestra zona sacuden los cuerpos, como fijando la cabezas en un perno imaginario entre ambos cuerpos, los brazos mas o menos entrecruzados dependiendo del gusto y moviendo la patas como si el tronco fuera un péndulo, agitandosé al ritmo precipitado de la danza.

Trepidan las bases sólidas de la física cuantica y la teoría de la relatividad al intentar fijar las leyes que reinan el mundo del chamamé, que es un mundo de magia, como el baile, sobre todo si se baila en una escuela de campo, como la Nº 57 de Crucesita Septima


sábado, 21 de febrero de 2009

Los nombres de algunas localidades


Como para conocer un poco más nuestra hermosa provincia, me he dispuesto a buscar los orígenes y explicaciones de los nombres de algunas localidad que conforman nuestro vasto suelo entrerriano.

Así que empezaremos por nuestra capital e iremos recorriendo (sin orden alguno) la geografía entrerriana:

Paraná: proviene del río Paraná que se encuentra en su orilla, a su vez Paraná es una expresión derivada de la lengua tupí-guarani para = "mar" y ana = "semejante, parecido". Paraná es, entonces, "semejante al mar, rio grande, parecido como el mar", naturalmente por su tamaño.

Concordia: El Congreso Provincial en 1931, ante una solicitud planteada por el cura vicario Mariano José del Castillo, ordenó al Secretario que redacte un proyecto de decreto que expresara el deseo de que se funde una Villa con el nombre de Concordia y señaló que el lugar más propicio era el sitio llamado San Antonio, en el Salto, por haber existido allí población anteriormente. Se trataba de la extinguida San Antonio del Salto Chico. Así, el Congreso sancionó el Decreto Fundacional de Concordia, al cual se dio cumplimiento en 1832 , cuando el Gobierno designó al padre del Castillo como Comisionado Especial para la instalación de la villa y promulgó el decreto el 6 de febrero de 1832.

Gualeguaychú: El nombre proviene de una expresión guaraní , yaguar guazú, que significa río del yaguar grande, o de la palabra del mismo idioma yaguarí guazú (nutria gigante).

Concepción del Uruguay: El 25 de junio de 1783, por encargo del virrey Juan José de Vertiz y Salcedo, Tomás Rocamora fundó la Villa de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción del Uruguay, levantando el primer cabildo al norte de la población existente, en lo que actualmente es el centro administrativo y comercial de la ciudad.
Existen discusiones acerca del nombre completo de la ciudad, ya que algunas versiones afirman que se limita simplemente a Concepción del Uruguay.

Gualeguay: Fue fundada el 19 de marzo de 1783 por Tomás Rocamora quien la bautizó Villa de San Antonio de Gualeguay Grande, en honor a quién sería su santo patrono, San Antonio de Padua.

La Paz: el 13 de julio de 1835 el gobernador Pascual Echagüe decreta que en el lugar denominado Cabayú Cuatiá Grande se forme una villa con el nombre de La Paz, bajo la vocación de Nuestra Señora de La Paz.

Nogoyá: su nombre se debe al arroyo Nogoyá, cercano al primer emplazamiento poblacional y que en lengua indígena chaná significa "aguas bravas".

San José de Feliciano: Su nombre proviene de Feliciano Rodriguez, quien acompañó a Juan de Garay en la fundación de Santa Fe capital.

San Salvador: La ciudad fue fundada por el coronel Miguel Pedro Atanacio Malarin en tierras pertencientes a su madre Aurora Saint-Sauver, quien a su vez las había heredado de su padre Luis. En honor a ella, se nombra San Salvador a la nueva ciudad.

Victoria: En 1750 una expedición militar española al mando del teniente de gobernador de la ciudad de Santa Fe, Francisco Antonio de Vera y Mujica, derrotó a un grupo de indígenas en el lugar, por lo que desde entonces fue conocido como cerro de La Matanza. El 13 de mayo de 1810 se creó allí un oratorio dedicado a la Nuestra Señora de Aranzazu, a petición de Joaquín Salvador Ezpeleta, por lo que suele ser considerado como el fundador de la ciudad. En torno del oratorio surgió espontáneamente un pueblo al que el 26 de agosto de 1826 una ley del Congreso Provincial sancionada a propuesta de Justo Jose de Urquiza, elevó al rango de villa. En 1829 el gobernador de Entre Ríos, Juan Leon Sola, cambió el nombre Matanza por el de Victoria. En 1851 fue declarada ciudad.

Obviamente esto es solo una pequeña reseña de algunas ciudades, como podrán observar se hace necesario contextualizar y hacer una breve reseña de la historia para poder encontrarle el sentido a los nombres de las localidades.
Los invito a que engrosen el listado.
Fuente: wikipedia.

miércoles, 11 de febrero de 2009

De paso por Santa Fe

Estudiando en Santa Fe tuve la oportunidad de hacer grandes amigos.

Pequeñas cosas me traen grandes recuerdos... algunos entenderán de que estoy hablando y otros nunca, pero les dejo aquí una hermosa canción que me enseñaron dos amigos correntinos de un maravilloso compositor misionero...

y les aseguro que cantado por un correntino hasta yo me enamoré.


lunes, 2 de febrero de 2009

El reglamento del fútbol mundial fue modificado en Entre Ríos


El relato que a continuación intentaré comentar con el mayor grado de detalle posible, ya que esto a mi criterio enriquece aún más la historia, le fue expuesto y realizada la consulta al mismísimo “Sheriff” del arbitraje argentino, nada más y nada menos Javier Castrilli, el cual quedó asombrado del caso tan particular y más aún de la consecuencia de esta situación. Es más, quedó sin respuestas reglamentarias y de ahí su propuesta de enmendar las reglas básicas del balompié.

Corría el año 1976 y se jugaba una previsible, pero no por eso poco esperada, final del torneo relámpago de la localidad entrerriana de Hernández, entre los elencos de “Carnicería El Torito” y “Distribuidora El Gringo”.
Lo que más se esperaba era el duelo entre el arquero estrella del campeonato, el “Tenaza” Jiménez y el delantero goleador del campeonato, el “Búfalo” Velásquez.
Cada uno tenía lo suyo, eran los mejores del campeonato en sus puestos y en esta oportunidad se iban a probar mutuamente y justo en la final, donde el que ganaba se quedaba con la vaquilla y las dos damajuanas de vino y el otro equipo nada más que con un cajón de pollos, pero lo más importante, había un prestigio en juego.

El Tenaza era el arquero del equipo de El Torito, venía con muy pocos goles en contra, más de un partido se había definido gracias a sus atajadas y habían pasado una serie complicada contra un equipo de Seguí ganando a penales, donde se había atajado un par de tiritos desde los doce pasos. Era más bien uno de esos arqueros que tenés que matarlo para meterle un gol, te agarraba hasta una viga de hormigón, típico portero que ataja metido en la cueva, o sea, debajo de los tres palos, poco salidor, bastante callado para su puesto y le gustaba jugar con el Cola Espadillero de 2, porque era de quedarse medio atrás para reventarla, igualmente esto no le quitaba méritos, porque el Cola ya no era el de antes y a veces le pateaban y el tenaza respondía bien.

El Búfalo por su parte era, como es de imaginarse, un tipo de contextura física grande, de esos tipos que cuando empiezan a correr levantan el pasto con los botines, había jugado en varios equipos de los torneos relámpagos y siempre había algún palenque que le tiraba unos mangos por hacer goles. Era de esos jugadores que nunca se supo por qué no llegaron a jugar profesionalmente, ya que era un goleador de raza, de esos jugadores que te resolvían los partidos con un zapatazo certero. No era muy habilidoso con los pies, para eso lo tenía al Chifito Pereyra, un negrito que la movía que daba calambre y que le metía unos pases espectaculares para que el Búfalo la clavara a la carrera. Generalmente jugaban juntos y se complementaban bien, aunque el Chifito era de irse de boca seguido y lo expulsaban, cosa que no pasaba con el Búfalo, que casi ensimismado no le daba bola a nadie y la mandaba a guardar casi todos los partidos.
El Búfalo ese campeonato había andado bien y, a pesar de que estaba jugando con una muslera blanca porque le dolía un poco la gamba derecha, mantenía intacta su pegada, que para resumirla de alguna manera, era un misil que si te agarraba la cabeza te dejaba durmiendo tres días seguidos.

El partido se esperaba desde que arrancó el campeonato, los equipos eran parejos y la gente sabía que si no terminaban en la final… iban a andar ahí nomás.
Ni bien empezó se vió que se iba a dejar todo en la cancha y cada equipo buscó estrategias para incomodar al otro, desde pegarle a los rivales a buscar puntos débiles. Por ejemplo los de Transporte El Gringo sabían que tirándole centros al Tenaza tenían oportunidades de embocarla y los de El Torito tenían en claro que había que frenarlo al Chifito y tumbarlo como sea al Búfalo.
Así pasó el partido sin demasiadas novedades y más fricción que juego. En una de esas jugadas en el area, que después de todo un día de jugar son de tierra nomás y se levanta el polvaredal terrible, lo tumban a Robertito Pretz, corajudo número ocho del equipo de “El Gringo”, claro penal.
El encargado de patear los penales era el Búfalo y por primera vez se iban a enfrentar en el partido las dos figuras del torneo, el antes nombrado y el Tenaza.
El árbitro avisó que se pateaba el penal y se terminaba, estaban 0 a 0 y si no convertía el partido se definía desde los doce pasos.

Como ocurre en estos torneos cuando hay penales y el juego no prosigue, la gente se amontonó a la altura del área grande, para ver mejor la ejecución.
La tensión se respiraba en el ambiente, los dos protagonistas ni se miraban, cada uno en lo suyo, uno acomodaba la pelota y el otro azotaba los tapones contra uno de los palos.
Entonces el Búfalo toma una carrera como de cinco pasos, tal vez seis, y le mete una tremenda patada, quizás la más fuerte que haya pegado en su vida, a media altura a la derecha del arquero, que se tira para el mismo lado con sus dos manazas bien abiertas.
A pesar de que la pelota salió como un misil, el Tenaza logró agarrarla con las dos manos y cayó sobre ella, sin embargo grande fue la sorpresa cuando el árbitro pitó gol y los presentes gritaron festejando la conversión. El Tenaza se levantó y dejó ver bajo su cuerpo a la pelota, pero notó algo raro, no tenía la cámara adentro. Es que la pelota salió tan fuerte que cuando este la intentó frenar con sus manos, lo que en realidad pudo sujetar fue el cuero del balón, pero la cámara rajó las costuras y siguió su trayectoria hasta el fondo de la red.
Allí, cuando detectaron lo que en verdad había sucedido comenzó la discusión de que había que cobrar y finalmente se llegó a la salomónica decisión arbitral de que era medio gol, por lo que un partido por primera vez en la historia del fútbol terminó medio a cero, quedándose con el torneo el equipo del Búfalo.

El que quiera creer que crea, pero los que vivimos en Entre Ríos y hemos visto estos torneos, sabemos que estas cosas son posibles en la tierra de Don Pancho Ramirez.

jueves, 22 de enero de 2009

El Flavio - Curandero

En una de las tantas salas de juego que han crécido como yuyos verdes en nuestros caseríos entrerrianos, en una noche de esas malas de consuelos aguados, de neblina tupida y consejos con maní, me lo encontré a él.

Bien se sabe que a los Germanes en las costas nuestras les llamamos Germancho, o por ahí si no andamos sobrados de sobrenombres los apodamos Caíto, pa´que el gurí no ande por el mundo innombrado y falto de espiritu; al menos de esta manera puede entrar, en cuerpo de hombre y pantalones de albañil, a jugar tranquilo un fulbito con los sanguangos del barrio.



´Tonces como les decía, me lo encontré al Germancho, semi apoyado en la barra de la timba, con cadera tipo esquina, simulando comportarse como gente de bien. El Germancho nunca tuvo buena fama de vestidor, ni de laburante, pero esa noche, quizá, por haber entrado a garrapatear al casino se había puesto casi lo mejor que tenía, zapatos negros con taco de goma de dos centimetros, un yin gastado en los bolsillos y un pulover de esos de cuadritos torcidos medios verdes y lineas amarillas con brotes de rojo en algunas partes, que no puedo precisar porque tampoco es mi mayor virtud el arte de las pasarelas.



Lo veo al Germancho y él enseguida me ve a mi. Como dos culebras nos embocamos con la mirada, como con blutú nos enganchamos. ¿Que hacé guampa? me dice, bien, a quemar un rato de tiempo al bar vine, le digo, ¿Sí?, aja, digo yo. Vamos a sentarno´ un rato, ¿el laburo bien, no?, ´tas juntando los morlacos allá, ¿donde questabas vos?, Rafaela, le digo con poco ánimo - a ver si la gente me escucha.



Nos sentamos y no se demoró mucho pa decirme lo que les voy a contar, porque le pregunté que hacía mañana, y me dijo que venía una familia que era amiga de la flia de él de San Nicolas, y que se venían especialmente para... ¡que me lo contaba a mi pero que no le diga a nadie!eh!!, que se venían para visitarlo al curandero de Seguí, el que quedaba para el lado de Crucesita Septima, o de la escuelita 27 de Febrero, no me acuerdo bien, pero que se llamaba Flavio.



El Germancho para que ustedes se ubiquen tiene como quince años de medicina estudiao, pero tiene muchos años de tierra en las orejas manejando camionetas en caminos de tierra como pa boludearme con las cosas que me cuenta; porque uno puede ser muy estudiao pero estas cosas se aprenden en la calle y se comprueban con la vida nomás. El Germancho entiende bastante de las cosas porque no al pedo a vacunado gurises en Rosario y se ha dibujado la raya con fibra después de pasar madrugadas enteras a mate amargo adelante de un libro de 3/4 de kilo de hojas.



Me mira a los ojos y me dice, vos nos vas a creer lo que yo te voy a contar pero es verdad Juan. El otro día fuimos con mi viejo, porque andaba medio jodido de la columna por culpa del gallinero, a lo del curandero de Seguí, ¿seguramente escuchaste hablar?, y yo a pesar de no saber, respondí que sí; y vos sabes que cuando ya estabamos llegando salió el Flavio para afuera pa recibirnos; el Flavio es el curandero. ¡No sabés lo que es! Es un lungo grandote, así como yo, arremangado andaba encima, una casita chica tiene, viste, se agacha para entrar, y cuando nos vio llegar con mi viejo en el fiat 1100 ya nos caló de entrada nomás. Nos miró y nos dijo, ustedes me buscan a mi, ¡y sí! dijimos los dos como hipnotizados, si estaba el cristiano este, cuatro perros pulgosos y nosotros nomás en el medio del polvaredal. Pasen, nos dijo, y nos mandamos.

No sabés lo que era el rancho, había como quince gauchitos giles, de todos los tamaños, hasta había uno sentado en una moto, del encuentro de motoqueros de diamante era. Tenía una Difunta correa, el cuadro de Ceferino Namuncurá, el que tenemos en el galponcito de mi casa, ese, unas virgenes de todos colores, que anunciaban la humedad, el viento, el estado de las nubes y hasta si ese día le tocaba laburar a los muchachos de vialidad provincial.



Lo miró a mi viejo y le dijo, usté´ sufre de colubna, ajá, y tiene problemas para ir de cuerpo, ajá, ¿se hizo los analesí?, sí, ¿y?, tengo piedras en la vesicula, ¡y sí! se le ve en los ojos, y renguea un cacho además, usté tiene ya problemas de cálculos, ajá.



Venga, le dijo, lo cazó del brazo, viste, lo sacudió para acá, para allá y por ahí lo levantó con todo el socotroco ese de humanidad que tenía el morocho y le hizo repiquetear los huesos de la columna y lo largo, guaahhhh, hizo mi viejo, lo tendrías que haber visto, verde se puso, y ahí nomás mi viejo me mira y me dice, "me aflojó mierda", así me dice, se agarró de la cintura, me miró a los ojos y me sacudió la cabeza afirmativamente... y ya está, no faltó que me diga mas para que me de cuenta que lo había curado.



No habló mas el Flavio, se lavó las manos en una palangana que tenía abajo de un crucifijo gaucho, se secó con una tohalla colgada en una silla de mimbre y se fue para afuera , pal campo chiflando bajito nomás. Mi viejo, no podía caminar casi, lo agarré, saqué del bolsillo unos pesos que había llevado y se lostiré arriba del mantel de plástico que tenía en la mesita donde estaba uno de los gauchitos giles y nos fuimos a la mierda. Y vos sabés que cuando ya estaba yo por entrar al auto, después de meterlo a mi viejo que ni hablaba del susto, se dió vuelta, por allá atrás cerca de unas gallinas el Flavio y me gritó "ahhhh, cabezon y fijate de llevarle el auto al taller de Yulín, que se nota de lejos que anda medio flojo de aros"