lunes, 2 de febrero de 2009

El reglamento del fútbol mundial fue modificado en Entre Ríos


El relato que a continuación intentaré comentar con el mayor grado de detalle posible, ya que esto a mi criterio enriquece aún más la historia, le fue expuesto y realizada la consulta al mismísimo “Sheriff” del arbitraje argentino, nada más y nada menos Javier Castrilli, el cual quedó asombrado del caso tan particular y más aún de la consecuencia de esta situación. Es más, quedó sin respuestas reglamentarias y de ahí su propuesta de enmendar las reglas básicas del balompié.

Corría el año 1976 y se jugaba una previsible, pero no por eso poco esperada, final del torneo relámpago de la localidad entrerriana de Hernández, entre los elencos de “Carnicería El Torito” y “Distribuidora El Gringo”.
Lo que más se esperaba era el duelo entre el arquero estrella del campeonato, el “Tenaza” Jiménez y el delantero goleador del campeonato, el “Búfalo” Velásquez.
Cada uno tenía lo suyo, eran los mejores del campeonato en sus puestos y en esta oportunidad se iban a probar mutuamente y justo en la final, donde el que ganaba se quedaba con la vaquilla y las dos damajuanas de vino y el otro equipo nada más que con un cajón de pollos, pero lo más importante, había un prestigio en juego.

El Tenaza era el arquero del equipo de El Torito, venía con muy pocos goles en contra, más de un partido se había definido gracias a sus atajadas y habían pasado una serie complicada contra un equipo de Seguí ganando a penales, donde se había atajado un par de tiritos desde los doce pasos. Era más bien uno de esos arqueros que tenés que matarlo para meterle un gol, te agarraba hasta una viga de hormigón, típico portero que ataja metido en la cueva, o sea, debajo de los tres palos, poco salidor, bastante callado para su puesto y le gustaba jugar con el Cola Espadillero de 2, porque era de quedarse medio atrás para reventarla, igualmente esto no le quitaba méritos, porque el Cola ya no era el de antes y a veces le pateaban y el tenaza respondía bien.

El Búfalo por su parte era, como es de imaginarse, un tipo de contextura física grande, de esos tipos que cuando empiezan a correr levantan el pasto con los botines, había jugado en varios equipos de los torneos relámpagos y siempre había algún palenque que le tiraba unos mangos por hacer goles. Era de esos jugadores que nunca se supo por qué no llegaron a jugar profesionalmente, ya que era un goleador de raza, de esos jugadores que te resolvían los partidos con un zapatazo certero. No era muy habilidoso con los pies, para eso lo tenía al Chifito Pereyra, un negrito que la movía que daba calambre y que le metía unos pases espectaculares para que el Búfalo la clavara a la carrera. Generalmente jugaban juntos y se complementaban bien, aunque el Chifito era de irse de boca seguido y lo expulsaban, cosa que no pasaba con el Búfalo, que casi ensimismado no le daba bola a nadie y la mandaba a guardar casi todos los partidos.
El Búfalo ese campeonato había andado bien y, a pesar de que estaba jugando con una muslera blanca porque le dolía un poco la gamba derecha, mantenía intacta su pegada, que para resumirla de alguna manera, era un misil que si te agarraba la cabeza te dejaba durmiendo tres días seguidos.

El partido se esperaba desde que arrancó el campeonato, los equipos eran parejos y la gente sabía que si no terminaban en la final… iban a andar ahí nomás.
Ni bien empezó se vió que se iba a dejar todo en la cancha y cada equipo buscó estrategias para incomodar al otro, desde pegarle a los rivales a buscar puntos débiles. Por ejemplo los de Transporte El Gringo sabían que tirándole centros al Tenaza tenían oportunidades de embocarla y los de El Torito tenían en claro que había que frenarlo al Chifito y tumbarlo como sea al Búfalo.
Así pasó el partido sin demasiadas novedades y más fricción que juego. En una de esas jugadas en el area, que después de todo un día de jugar son de tierra nomás y se levanta el polvaredal terrible, lo tumban a Robertito Pretz, corajudo número ocho del equipo de “El Gringo”, claro penal.
El encargado de patear los penales era el Búfalo y por primera vez se iban a enfrentar en el partido las dos figuras del torneo, el antes nombrado y el Tenaza.
El árbitro avisó que se pateaba el penal y se terminaba, estaban 0 a 0 y si no convertía el partido se definía desde los doce pasos.

Como ocurre en estos torneos cuando hay penales y el juego no prosigue, la gente se amontonó a la altura del área grande, para ver mejor la ejecución.
La tensión se respiraba en el ambiente, los dos protagonistas ni se miraban, cada uno en lo suyo, uno acomodaba la pelota y el otro azotaba los tapones contra uno de los palos.
Entonces el Búfalo toma una carrera como de cinco pasos, tal vez seis, y le mete una tremenda patada, quizás la más fuerte que haya pegado en su vida, a media altura a la derecha del arquero, que se tira para el mismo lado con sus dos manazas bien abiertas.
A pesar de que la pelota salió como un misil, el Tenaza logró agarrarla con las dos manos y cayó sobre ella, sin embargo grande fue la sorpresa cuando el árbitro pitó gol y los presentes gritaron festejando la conversión. El Tenaza se levantó y dejó ver bajo su cuerpo a la pelota, pero notó algo raro, no tenía la cámara adentro. Es que la pelota salió tan fuerte que cuando este la intentó frenar con sus manos, lo que en realidad pudo sujetar fue el cuero del balón, pero la cámara rajó las costuras y siguió su trayectoria hasta el fondo de la red.
Allí, cuando detectaron lo que en verdad había sucedido comenzó la discusión de que había que cobrar y finalmente se llegó a la salomónica decisión arbitral de que era medio gol, por lo que un partido por primera vez en la historia del fútbol terminó medio a cero, quedándose con el torneo el equipo del Búfalo.

El que quiera creer que crea, pero los que vivimos en Entre Ríos y hemos visto estos torneos, sabemos que estas cosas son posibles en la tierra de Don Pancho Ramirez.

4 comentarios:

Santiago German dijo...

Efectivamente, si si, si claro. Esas cosas ocurren por aquellos pagos. Yo no estuve en ese partido presisamente, pero me enteré estando en la casa de mi abuela en Aranguren.

En Nogoyá corriamos carrera de gurises en el Triángulo y nos pegabamos codazos... ahí lo conocí al Toribio... gran atleta entrerriano.

Odín dijo...

Claro está. De ahí se deduce que la frase futbolera "hoy tenemos que ganar sí o sí, aunque sea medio a cero" nació entre las cuchillas entrerrianas.

Anónimo dijo...

una sola palabra: maravilloso !!!!

Goyito dijo...

Se me puso la piel de gallina, exquisito relato, muy bueno chicos, los felicito... los invito a pasar por mi blog...

http://goyito.blogdrive.com