Para un entrerriano, es más que una señal de identidad. Se podría decir que es un gesto natural, que forma parte de los genes y hasta se incorpora a nuestra anatomía. Llevar termo y mate debajo del brazo por cualquier calle, parque o peatonal, es algo habitual, casi necesario en las tierras de la Cuchilla Grande.
Pero cuando un entrerriano se aleja de sus tierras, esta costumbre bien nuestra —que nos acerca más a los hermanos uruguayos que a cualquier otro habitante de la Argentina— llena de sorpresa al observador o casual transeúnte. ¿Qué entrerriano emigrado no fue mirado con sorpresa por caminar frente a las góndolas de un supermercado con el mate debajo del brazo?.
Seguramente, quienes acostumbran a tomar el té de todas las tardes o un feca, no comprenden que el mate no es una merienda, un desayuno o algo que uno toma para pasar el tiempo. El mate es, para nosotros entrerrianos, como el espacio y el tiempo: la condición de posibilidad de la vida. Por más que parezca filosofía barata (y seguramente lo sea), el mate es para nosotros la forma en que nos conectamos con la vida y con el resto de los mortales.
Debe ser así y si alguien cree lo contrario, dé por seguro que no es entrerriano.
martes, 27 de febrero de 2007
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