Nooooo!!!!! Se escucho desde el portón el grito desesperado dirigido a la cocina de la empresa, situada con poca imaginación y escaso conocimiento en decoración de interiores al lado de un pallets de huevo y arrinconada contra una esquina. Huguito (porteño) acababa de dejar en la alacena, improvisada con un cajón de queso atornillado en la pared, la azucarera. Ya era tarde…demasiado tarde ya había cebado por ultima vez mí mate amargo, que de ahora en adelante pasaría a ser mate dulce, o lo que es peor, mate porteño.
Que paso?- Preguntó extrañado el muy bestia, que podrá saber de muchas cosas, pero no podía no saber que el mate amargo si se usaba para dulce, perdía todo el gusto dado por la curada exhaustiva de una semana de dedicación.
Como le vas a echar azúcar “agombau” no ves que es amargo, si tenés el tuyo de palo santo para el dulce!!!- le dije con una mezcla de sentimientos cruzados que oscilaban entre unas ganas de pegarle y unas ganas de matarlo.
Había perdido mi primer mate en manos de un porteño, asesino serial de porongos y gran lavador de mates, con un promedio de tres cebadas con yerba todavía seca. A Huguito le decían el mago, porque ni bien le daban el mate para que cebe, enseguida lo devolvía convertido en sopa de palos.

Así es señores, normalmente el mate amargo es del famoso y nunca bien ponderado “porongo”, prominente fruto de una especie de enredadera algo rastrera, llamada científicamente “La poronga”, dado a conocer a la gran civilización por las tribus nativas dueñas de estas tierras, que en principio lo colaban con la lengua y los dientes ante la falta de bombilla, que luego fue implementada (cuando los indios les pasaron el vicio) por los cholulos estos de los españoles, que pobrecitos, se quemaban enteros, los muy finos y faltos de una buena curtida de vida montera.
A modo de ilustración, se dice que los jesuitas a cargo de la “educación” de los nativos, al ver que tenían esa costumbre tan atroz del mate, y relacionándolo enseguidita nomás con alucinógenos, lo quisieron suplantar introduciendo en el paraíso, escaso en vicios banales, el cigarrillo.
Habrán podido introducirnos el cigarrillo (por la boca), pero no lograron eliminar el mate; para su decepción, sigue acá vivito y coleando, cansado de tanto auge, y lo toman hasta los jesuitas.
Para la próxima entrega: “Cronología de la curada del mate”, pero antes tengo que tener una charla con mi viejo que difiere en algunos puntos.
Este post fue escrito por el Silvio, que me pidio se lo cuelgue